5.

 

En las siguientes semanas, el sentido de culpa de Ace por lo que le había hecho a Caitlin O'Shannessy aumentó.

Una mañana, encontró un sobre cerrado clavado a la puerta de entrada de su rancho, el Paraíso. Dentro, descubrió ocho dólares y nueve centavos, todo en monedas sueltas, junto con un cálculo, escrito con letra femenina, de la cantidad que Patrick O'Shannessy aún le debía por el toro, exactamente cuatro mil novecientos noventa y un dólares con noventa y un centavos.

Fueron los nueve centavos que ella había incluido en el sobre lo que lo sacudió. Le decía más de lo que ella posiblemente podría saber, es decir, que probablemente había rebuscado cada centavo que le sobraba para realizar el pago. Nueve centavos. Para Ace, era una cantidad insignificante, apenas la suficiente para tomarse la molestia. Sin embargo, Caitlin la había enviado. Porque, para ella, nueve centavos obviamente era mucho.

Había pasado mucho tiempo desde que Ace había considerado el poder adquisitivo de nueve centavos. Tenía las monedas en su palma, imaginando a Caitlin O'Shannessy contándolas cuidadosamente y deslizándolas en el sobre. Con ellas, podría haber comprado varias bolsas de caramelos de un centavo, en caso de que pudiera darse el lujo de mimarse de esa forma. O unos botones para un vestido nuevo. O una hogaza de pan o unas patatas. Una gran cantidad de dinero, nueve centavos de dólar, si no tenías algunos de sobra. Ace recordó un tiempo en que había trabajado doce horas por cinco centavos.

Cristo, esos nueve centavos lo hacían sentirse como el peor bastardo del mundo. No era como si fuera a echar de menos esos cinco mil dólares. Podría haber perdido cuatro veces esa cantidad y apenas haber notado la diferencia en su cuenta bancaria. Sin embargo, Caitlin O'Shannessy iba a sacrificarse y arreglárselas como pudiera para devolver el dinero.

Cuando le había dicho a Patrick que esperaba que le pagaran los cinco mil que sentía que le debían, había querido decir que el problema era de él, de Patrick, no de su hermana.

¿Y no era eso lo más fastidioso del asunto? Nunca había querido lastimar a Caitlin, pero lo había hecho.

A pesar de que Ace se agotaba con lo más arduo del trabajo del rancho, no podía olvidar la vergüenza y el temor que había visto en el rostro de Caitlin mientras manipulaba con torpeza los botones de su camisón. Por lo menos, le debía una disculpa.

Pero, ¿cómo ? ¿Y cuándo? No quería darle un susto de muerte al aparecer en su puerta, por no hablar de que estaría corriendo el riesgo de tener un altercado con su hermano si lo hacía. No. Tenía que encontrarse con ella en terreno neutral, preferiblemente en un lugar público para que no se sintiera tan amenazada.

Podríamos pedirle a John que esté alerta por nosotros en la ciudad sugirió Joseph una tarde mientras Ace y él trabajaban poniendo unos postes en la cerca. Ella tiene que ir a la ciudad a veces. La mayoría de la gente tiene el hábito de hacer sus compras un día determinado de la semana. Si John es capaz de detectar un patrón, entonces podrías estar en la ciudad ese día y encontrarte con ella en la calle, como por casualidad.

Ace golpeó el mazo con un poco más de fuerza. John Parrish era un ejecutivo, empleado de la Compañía Ferroviaria Trans-Con Incorporated, de la cual Ace era presidente y accionista principal. En la actualidad, el joven ejercía de gerente de la nueva filial de la Hipotecaria Barbary Coast de No Name, otra de las empresas de Ace. El propósito de John era ayudar a Ace en la eventual ruina financiera de algunos inversores. Ace estaba seguro de que John estaría muy dispuesto a hacer algunas averiguaciones sobre los hábitos de compras de Caitlin O'Shannessy. ¿Pero era prudente? Ace no quería que el joven hiciera nada que pudiera debilitar su posición como informante o socavar su posición en la comunidad. Si él comenzaba a hacer preguntas extrañas sobre Caitlin O'Shannessy, evidentemente levantaría sospechas.

Ace dio otro golpe enojado con el mazo. Cuando el martillo impactó con el poste, Joseph saltó hacia atrás. Esa y David, que venían detrás de ellos encordando el alambre, rieron.

Cuidado, Joseph. Creo que Ace desearía que eso fuera tu cabeza dijo Esa.

Y la tuya podría ser la próxima si no cierras esa bocaza advirtió el rubio David.

Limpiándose la frente con la manga de su camisa, Ace fingió no escuchar nada de este intercambio.

Tras el desacuerdo inicial por su forma de tratar a Caitlin O'Shannessy, sus hermanos habían llegado a considerar el dilema de cómo podría disculparse con ella como algo muy divertido. ¿La razón?, Ace no tenía idea. Hasta donde podía ver, no había nada divertido sobre la situación.

Tal vez era porque ninguno de sus hermanos había visto la cara de Caitlin con tanta claridad como él. Había sido un shock para todos ellos cuando les había contado el parentesco de ella con Edén, por supuesto. Pero nada era tan impactante como ver la semejanza uno mismo. Más que eso, le había quedado claro lo equivocado que había estado al odiar a Caitlin y a Patrick O'Shannessy simplemente por llevar la sangre de su padre en sus venas. Después de todo, si iba a odiarlos por eso, también debería odiar a Edén.

Sacudiéndose el escozor de las manos por los golpes del martillo, Joseph dijo:

Sólo estaba haciendo una sugerencia, Ace. No tiene sentido que te enojes.

Ace levantó el mazo, dejando que el suave mango de nogal se deslizara a través de sus manos hasta que consiguió un cómodo agarre.

Sólo sostén el maldito poste, ¿quieres? No tengo todo el día para desperdiciarlo acá.

Con las rodillas ligeramente flexionadas, la parte superior de su musculoso cuerpo a la longitud de todo un brazo de distancia, Joseph volvió a agarrar el poste, sus ojos entrecerrados a la espera del próximo golpe.

Sólo asegúrate de golpear a lo que apuntas, hermano mayor.

Oh, lo haré le aseguró Ace.

Cuando Ace impactó el poste otra vez, todo el cuerpo de Joseph se sacudió con el esfuerzo de sostener la madera en posición vertical.

No sé por qué estás tan enojado. Sólo estaba tratando de pensar en algunas ideas útiles para…

Ace hizo oscilar el mazo de nuevo, interrumpiéndolo.

Esa no fue una idea útil. Si te acuerdas, se supone que ninguno de nosotros conoce a John Parrish.

Bueno, estaba pensando que podríamos contactarlo con una nota en su buzón como lo hacemos con otras cosas.

Cada vez que lo contactamos, corremos el riesgo de que alguien se dé cuenta. Sólo quiero hacerlo cuando sea absolutamente necesario le recordó Ace. Preferiría no poner todos nuestros planes en riesgo, si es lo mismo para ti. No es que pedirle disculpas a la chica no sea importante. Lo es definitivamente. Pero tiene que haber otra manera.

Joseph se encogió de hombros.

Supongo que podríamos preguntar por ahí para ver qué día va a la ciudad.

¿Y luego qué? No es como si tuviera tiempo para sentarme en la pasarela de No Name, esperando a que aparezca. Y suponiendo que lo haga y la encuentro en la calle, ¿cómo consigo que se quede el tiempo suficiente como para disculparme con ella?

Tal vez podrías pegar sus zapatos a la pasarela sugirió Esa.

Diablos, no. Sólo arrójale un lazo sobre la cabeza y engánchala a la barandilla hasta que termine de oírte dijo David.

Esa rio.

¿Has visto a Ace arrojar una cuerda? Se necesita un objetivo tan grande como un granero, y aun así, tiene que estar justo encima de él.

Joseph soltó el poste y levantó las manos.

Está bien, chicos, suficiente. En realidad no es un asunto de risa.

Entonces deja de reír y haz una sugerencia desafió David.

Después de verificar la posición del poste con su plomada, Ace llenó el agujero con tierra, la compactó, y luego pateó la gruesa longitud de madera.

Ella está en una situación difícil pronunció cuando regresó la pesada cuerda a su bolsillo.

Joseph se deslizó detrás de él para el siguiente poste.

A mi modo de ver, lo que tienes que hacer es demostrarle a la pobre chica que no eres un bárbaro le dijo a Ace. Quizás puedas llevarle flores o algo así.

¿Ace, llevando flores por la calle principal ? se carcajeó David.

Dios, déjame tener mi cámara de cajón cuando llegue ese momento.

Podrías llevarle dulces sugirió Esa.

Eso podría funcionar Joseph se volvió para mirar a su hermano mayor. Podríamos arreglarte un poco. Deshazte de la pistola, ponte un traje. Sería bueno que te asearas.

Y un sombrero bombín agregó Esa. Uno de cuadros grandes.

Dejando el mazo apoyado a sus pies, Ace cruzó las manos sobre el extremo de la tallada empuñadura.

Espero que estéis terminando. No me importa que os riais a mi costa, pero ¿qué pasa con Caitlin? Ahora ella cree que sus nuevos vecinos son violadores y asesinos. Tal vez eso no os moleste, pero a mí sí.

Joseph tomó el poste.

¿Cuál es tu idea? ¿Por lo menos tienes una?

Levantando el mazo para su siguiente golpe, Ace se apartó mientras que Joseph ponía el poste de cabeza en el agujero.

Bueno, no hay alternativa, tengo que hacer las cosas bien con la chica. Me gusta la idea de un lugar público. Ella se sentiría más segura con gente alrededor. Pero, ¿cómo y cuándo? Por lo que puedo decir, rara vez va a la ciudad.

Asiste a la iglesia de la comunidad. Tienen uno de esos predicadores que no se apegan a una religión explicó Esa. ¿Cómo se llamaba eso?

Sin denominación religiosa dijo Ace, sacudiendo la cabeza. Te lo juro, muchacho, suenas como un ignorante. Tu padre se revolvería en su tumba si te escuchara.

Joseph se llevó una mano al corazón.

Bueno, no soy como tú, alguien importante. No todos conseguimos nuestro lustre por codearnos con la gente en las mesas de juego, sabes.

Ace soltó un fuerte resoplido.

Obtuve mi lustre, como tú lo llamas, escuchando a nuestra madre y tratando de emularla. Harías bien en hacer lo mismo Se volvió para mirar a Esa. ¿Estás seguro de que Caitlin O'Shannessy asiste a la iglesia de la comunidad?

Por lo menos, solía hacerlo.

¿Cómo sabes eso, Esa? preguntó Joseph.

Leyendo el periódico estos últimos cinco años.

¿La Gaceta de No Name? preguntó Ace.

Esa asintió.

Mientras tú seguías todas las noticias importantes sobre la gente que aquí estaba de acuerdo con la expropiación para el ferrocarril, Edén y mamá estaban pendientes de las páginas de sociedad. Creo que porque sabían que nos mudaríamos aquí algún día. De todos modos, a veces mamá leía los artículos en voz alta. Sobre todo los de los bailes , eventos sociales , quien fue con quien, y lo que la señora llevaba. Ella y Eden tienen un gran interés en ese tipo de cosas. De todos modos, una de las cosas de las que me enteré escuchando, fue que Caitlin O'Shannessy asistía a la iglesia de la comunidad regularmente.

Las maravillas nunca cesan añadió Joseph. Nuestro Esa pendiente de la alta sociedad de No Name.

Ace dirigió a Joseph una mirada de advertencia. A Esa, le dijo:

Continúa.

¿Continuar con qué? preguntó Esa.

Tratando de mantener la paciencia, Ace dijo:

Cuéntame más.

No hay más que decir. Va a la iglesia regularmente, eso es todo, y ayuda con todas las funciones del club de damas que recaudan dinero para los pobres.

Hay una reunión social con baile incluido que se organiza para la noche del sábado dijo David. Vi el cartel en la iglesia cuando estuve en la ciudad el otro día.

Un baile sería perfecto dijo Joseph. Dejando de lado las bromas, Ace, ella tendría un montón de personas alrededor para sentirse segura, podrías acercarte a ella sin llamar la atención. Los hombres se acercan a las mujeres en los bailes todo el tiempo.

concordó Esa. Incluso si ella no quiere bailar, te daría la oportunidad de decirle que lo sientes. De esa manera, tampoco es probable que su hermano pudiera causar algún problema.

Ace intentó imaginarse a sí mismo asistiendo a una pequeña reunión social. No es que no supiera bailar. Sólo que no había bailado con ninguna mujer en un buen tiempo.

No lo sé. ¿Una reunión social en una iglesia? No he asistido a algo así en años.

Mejor eso que hacer el ridículo tratando de hablar con ella en la calle observó Joseph.

Ace supuso que era verdad.

Además continuó Joseph las reuniones sociales no son realmente tan beatas.

Diablos, no. Para recaudar dinero, tienen que cobrar entrada explicó David. El público está invitado, va todo tipo de gente. Puedes ver a hombres saliendo para tomar un trago o fumarse un cigarrillo. Ese tipo de cosas.

Ace miró hacia abajo.

Estoy lejos de pertenecer a la categoría de persona respetable de un pueblo pequeño.

Joseph se echó a reír.

El techo de la sala de la comunidad no caerá sobre ti, Ace. Confía en mí.

Voy a ir contigo ofreció David. Estaba planeando ir, de todos modos.

Todos vamos a ir declaró Joseph. Mirando a Ace, sonrió burlón. Esta es una fiesta que no pienso perderme.

 

 

El sábado por la noche, Caitlin se sentía inquieta por asistir al baile. En primer lugar, Ace Keegan podría estar allí, no podía pensar en nada peor que encontrarse con él. En segundo lugar, habían pasado sólo tres semanas desde que Patrick había dejado de beber, y habría tentaciones en abundancia en un baile.

Patrick dijo mientras él estacionaba el coche en la pasarela en frente de la tienda, sé que hemos hablado de esto, pero ¿estás seguro de que vas a ser capaz de arreglártelas esta noche? Realmente no me importaría una noche tranquila en casa.

Él ató las riendas y colocó el freno del coche.

Has estado pensando en asistir a este baile hace más de un mes y trabajaste todo el día de ayer para ayudar a que el salón esté listo. ¿Cómo crees que me sentiría si te lo arruinara?

Habrá un montón de otros bailes, Paddy. Yo no…

Exactamente dijo con una sonrisa amable. Habrá un montón de otros bailes, y en cada uno habrá licor. No puedo pasar el resto de mi vida escondiéndome de él.

Mantenerte alejado del licor durante prácticamente un mes no es exactamente lo que yo llamaría escondiéndote de él por el resto de tu vida.

Él la miró fijamente a los ojos.

Caitlin, sé que no te he dado muchos motivos para tener fe en mí, pero ¿puedes por lo menos intentarlo?

El ruego en su mirada hizo que Caitlin se avergonzara de sí misma.

Oh, Patrick, por supuesto que tengo fe en ti. Sólo que estoy preocupada por ti, eso es todo.

Bueno, deja de preocuparte. Voy a estar bien. Con alguien como tú para ayudarme en los momentos difíciles, ¿cómo puedo fallar? Saltó del coche, luego dio un paso hacia el costado. Señor. ¿Todo esto trajiste? Parece que vamos a necesitar un pequeño caballo para acarrearlo.

Gertie Howard se enfermó ayer. Ella tenía que traer unas natillas. Me ofrecí a cocinar unas para ella. Con la esperanza de que nadie en la calle estuviera mirando, Caitlin recogió sus faldas de color rosa y saltó del vagón para colocarse al lado de su hermano. No era propio de una dama, lo sabía, pero le parecía una tontería molestar a Patrick cuando ella era capaz de bajar por sí misma. Son sólo tres cosas para llevar.

Con un guiño para hacerle saber que sólo había estado bromeando, él le entregó el plato de natillas, quedándose con el pastel de manzana y la barra de pan para llevarlo él mismo. Sorprendiendo su mirada de preocupación, él hizo un sonido exasperado por lo bajo.

Caitlin, ¿quieres parar? Voy a estar bien, te lo prometo. Vamos. Puedo oír los violinistas calentando.

Cuando ella se le unió en la pasarela, Caitlin se metió el plato de natillas bajo el brazo, se humedeció los dedos y trató de alisarle un mechón de pelo. Él se rio y empujó su mano.

No hagas eso. Alguien nos verá. Lo siguiente que pasará es que te escupirás los dedos y me lavarás la cara como hacías cuando era pequeño.

¡Nunca hice eso!

Él se echó a reír.

Lo hacías. Casi todos los domingos en las escaleras de la iglesia. Lo odiaba. ¿Tienes idea de cómo se siente el escupo en tu cara después de que se seca? Un poco como claras de huevo.

Caitlin le lanzó una mirada de soslayo.

¿Cómo puedes saber cómo se sienten las claras de huevo en la cara después de que se secan? De repente lo entendió. Patrick O'Shannessy, ¿no me digas que probaste una de mis máscaras faciales?

Sólo una vez. Un rubor se deslizó por su cuello. Pensé que podría ayudar a desvanecer mis pecas. Parecía funcionar bien contigo Él entrecerró un ojo. Si se lo dices a una sola alma estás muerta.

Ella se rio, tratando de imaginar a su hermano con espuma blanca en su rostro.

¿Usaste limón?

¿Limón ? ¿Para qué?

Eso es lo que blanquea las pecas, tonto Incapaz de contenerse, se puso de puntillas para darle otra pasada a su pelo. Honestamente, Paddy, se eriza en la punta.

No me importa dijo, golpeando la mano. Me gusta que se vea despeinado Un brillo se deslizó en sus ojos. Si te escuchara, estaría tan guapo que las mujeres no me dejarían en paz, y entonces, ¿dónde estaría yo? Casado probablemente, ¿y eso no sería increíble? Entonces tendría dos mujeres tratando de arreglarme el pelo todo el tiempo.

Caitlin suspiró y puso los ojos en blanco. Cuando se puso a caminar a su lado, él se pasó los dedos por el pelo, haciendo surcos profundos en los tiesos rizos rojos. Se moría de ganas por arreglarlo, pero resistió la tentación, concentrándose en cambio en la agradable velada.

Estaba oscureciendo, y en el horizonte, una puesta de sol esplendoroso envolvía los Rockies. El resplandor bañaba la curtida fachada de color rosa y se reflejaba en las ventanas. Por encima de los tejados, unos pinos dispersos se alzaban como centinelas reales, sus copas retorcidas por el viento proyectaban sus siluetas contra un cielo de granito.

Parece haber una buena concurrencia comentó Patrick mientras pasaban por el lado de varios coches. Espero que no esté tan lleno de gente que las personas no puedan bailar.

Está muy agradable esta noche, la gente pueden pasear afuera. Ella se apresuró para no quedarse atrás al cruzar un callejón que había entre los edificios. Mientras ascendían por la siguiente pasarela, ella dijo—: Mmm. El olor del pan me está dando hambre.

Huele bien. Igual que las manzanas de este pastel. Él le dedicó una sonrisa. ¿Escuchas esa música de violín? Metiendo tanto el pan como el postre bajo el brazo, él la agarró por el codo. Apresurémonos.

Ella se echó a reír sin aliento.

¿Quién ha estado esperando este baile?

Culpable. Desde que abandoné la botella, me he pasado de ser un hombre de mundo a quedarme en casa. Lo admito, estaba esperando cierta socialización.

La sala de fiestas, una desproporcionada estructura de madera, se encontraba al final de la calle, de la cual el último bloque se usaba para una variedad de negocios, incluyendo la Espuela de Plata, el único salón de la ciudad. Caitlin no se perdió la mirada levemente melancólica que Patrick dedicó al establecimiento de bebidas mientras pasaban, y sabía que él se preguntaba cuántos de sus amigos estaban en el interior. Sin duda echaba de menos la camaradería .

Sorprendiendo su mirada de preocupación, él le dirigió una sonrisa forzada.

Estoy bien, Caitlin. De veras. Su mirada se prendió en un vestido expuesto en la vitrina de la tienda. Bueno, mira eso. Si ése no es tu color azul, no sé lo que es.

Caitlin aminoró el paso para estudiar el vestido.

Es bonito, ¿no? Casi demasiados volantes eso sí. ¿Qué crees?

Podrías utilizar un poco más de volantes. Prácticamente con todo lo que te veo ahora es con pantalones.

No puedo hacer el trabajo del rancho en falda y enaguas.

Patrick la guio para evitar un tablón irregular de la pasarela.

, bueno. Ahora que estoy atendiendo los negocios como debería, no vas a tener que hacer todo el trabajo del rancho, y cuando nuestros márgenes de beneficios comiencen a crecer, una de las primeras cosas que voy a hacer es comprarte algunos vestidos, uno como ese de ahí. ¿Qué piensas de eso?

Caitlin pensó en el pago que había hecho que Hank Simmons le entregara al rancho de Ace Keegan hace un par de semanas. Era poco más que una gota en el mar.

Creo que va a pasar un tiempo antes de que nos podamos permitir esas frivolidades, eso es lo que pienso dijo.

No tanto. Mi inversión en la tierra para el ferrocarril debería estar dando pronto sus frutos.

Caitlin prefería no pensar en eso. A pesar de que había llegado a aceptarlo, el hecho de que Patrick hubiera hecho tal cosa todavía le dolía. Suponía que si fuera práctica, agradecería su buena estrella. Si la inversión era rentable, como Patrick esperaba, el dinero extra podría salvarlos.

Nuevos vestidos serían algo encantador, Patrick, pero puedo arreglármelas muy bien con lo que tengo por un tiempo.

¿Muy bien? Ese vestido que llevas puesto lo tienes desde que cumpliste diecisiete. Me acuerdo porque trabajé limpiando establos durante casi un mes para comprártelo.

Recordar lo duro que Patrick había trabajado para comprarle el vestido fue el empujón definitivo que necesitó Caitlin para dejar sus amargos sentimientos a un lado. En general, Patrick había sido un hermano maravilloso. Sus últimos errores no debían opacar eso.

Y un buen trabajo que hiciste al escogerlo dijo ella, alisándose la falda. Después de todo este tiempo, sigue siendo mi favorito, y está en increíble buen estado, ¿no te parece?

No está mal, teniendo en cuenta el uso que ha tenido. Pero tú has crecido.

¿Crecido? Caitlin de inmediato adivinó a lo que él se refería y tiró de su corpiño. El escote siempre había sido un poco más revelador de lo que consideraba correcto, y ahora que sus medidas habían aumentado, lo era aún más.

¿Se ve tan mal? Tal vez debería ir a casa y…

¡No, no! Riendo, él levantó una mano. Se ve bien por ahora. Es sólo que necesitas nuevos vestidos, y tengo muchas ganas de comprarte algo, eso es todo.

El tañido de otro violín se escuchó en la noche, llamando la atención de Patrick. Pareció olvidarse del ferrocarril y de los nuevos vestidos mientras cubrían los últimos tramos hasta el salón. Con una nueva sonrisa, ella dijo:

Una vez que llegamos, trata de recordar que tienes una hermana. No me importaría dar un par de vueltas en la pista de baile.

Como si no fueras a tener un montón de oportunidades para bailar.

Sabes que no me gusta bailar con cualquiera.

¿Sí? Bueno, si no fueras tan distante, podrías estar casada y con un rebaño de hijos a estas alturas. ¿Alguna vez piensas en eso?

Lidiar contigo dijo a la ligera es toda la frustración que puedo manejar, hermano mío.

Patrick rio.

No soy tan frustrante, sin duda.

Ella fingió reflexionar.

Bueno, tal vez no del todo. Eres útil de vez en cuando, sobre todo cuando quiero bailar.

Él pasó un brazo alrededor de sus hombros y le dio un fuerte abrazo.

Intentaré reservarte un baile o dos, entonces.

¿Sólo uno o dos?

Voy a estar ocupado dijo con un guiño. Tengo que bailar con todas las chicas guapas, ya sabes. Si me salto alguna, su corazón se romperá. Es una terrible responsabilidad ser un demonio tan guapo.

Al frente del salón, los coches estaban estacionados sin orden ni concierto. Los caballos, dejados para pasar la noche entrecruzándose entre ellos, ya habían colgado sus cabezas para dormir. En la parte trasera de un coche, una mujer estaba inclinada sobre la puerta cambiando el pañal de su bebé.

En el interior del coche, dos niños estaban tendidos en camas improvisadas. Reconociendo a la mujer como Mary Baxter, una conocida de la infancia, Caitlin levantó una mano para saludarla. Evidentemente Mary no la vio porque no le devolvió el saludo.

¿Qué le pasa? preguntó Patrick.

Caitlin se encogió de hombros.

Probablemente no me reconoció. Es casi de noche.

Dentro del salón de la comunidad, el murmullo de las conversaciones era fuerte e incesante. Caitlin miró nerviosamente alrededor en busca de caras conocidas. Había una en particular, que esperaba no volver a ver.

Patrick entregó sus entradas al portero y se volvió para colgarle el chal color crema en un gancho de la pared.

¿Dónde puedo poner estas otras cosas? preguntó, señalando el pan y el pastel de manzana bajo un brazo.

Pusimos todas las mesas de comida a lo largo de la pared del fondo.

Unas linternas estratégicamente situadas iluminaban el salón, pero el lugar estaba tan lleno de gente que sólo se podía ver unos pocos metros en cualquier dirección. Caitlin se puso de puntillas, tratando de mirar por encima de la parte superior de la multitud para indicarle a Patrick la mejor dirección que tomar. La mayoría de la gente parecía estar reunida alrededor de la tarima del centro de la habitación donde los músicos afinaban sus instrumentos.

Por ahí dijo, señalando a la izquierda.

Patrick se abrió paso entre un grupo de hombres, teniendo cuidado de que hubiera espacio para que ella se ajustara a su lado. Había todo tipo de personas allí, desde hombres de traje , mujeres con vestidos de seda hasta parejas de granja con overoles y trajes de algodón estampado. Caitlin escudriñó la habitación en busca de un hombre alto, de pelo ébano, vestido de negro y se sintió aliviada cuando no lo vio. Un baile social era probablemente demasiado aburrido para un gran jugador y pistolero de la ciudad.

Al pasar junto a otro grupo de personas, sintió una extraña sensación punzante en la nuca. Cuando miró a su alrededor, todo aquel cuyos ojos se encontraba se apresuraba a apartar la mirada. Le lanzó una mirada significativa a Patrick.

¿Me falta un botón? susurró.

Él dio a su corpiño un vistazo.

No. ¿Tengo la bragueta abierta?

Ella ahogó una risita nerviosa.

No, ¿entonces por qué todo el mundo nos está mirando?

No tengo idea. Siento que me ha crecido un tercer ojo en medio de la frente.

¡Oh, mira, Patrick, es Bess ! Caitlin se puso de puntillas para saludar.

Bess Halloway, una rubia esbelta vestida de verde esmeralda, saludó con la mano y comenzó a abrirse paso a través de la multitud.

¡Caitlin! gritó mientras se acercaba. Estaba empezando a pensar que nunca vendrías. Hay algo importante de lo que tenemos que hablar.

Hablando en voz alta para hacerse oír por encima del estruendo, Patrick dijo:

Hablar, hablar, hablar. Te lo juro, esa es la única razón por la que Caitlin se involucra en los proyectos de recaudación de fondos, porque contigo puede batir la lengua sin parar sonriéndole a Bess, tomó el plato de natillas de los brazos de Caitlin. Voy a poner estas cosas en la mesa y vuelvo.

Despidiéndose de su hermano, Caitlin se volvió hacia Bess, quien tenía la distinción de ser su única amiga de verdad. Sobrina del doctor Halloway, Bess había sido una visitante frecuente a su dispensario cuando Caitlin y ella eran más jóvenes. Bess había estado presente incluso un par de veces cuando Caitlin había entrado a hurtadillas para pedir tratamiento médico después de una de las borracheras de su padre. Pero Bess había demostrado ser una amiga de confianza, ya que nunca había susurrado una palabra a nadie de lo que sabía sobre la vida familiar de Caitlin.

Con los años, Caitlin había llegado a valorar mucho su amistad con Bess, algo que no podía decir de sus relaciones con otras jóvenes. Bess nunca fisgoneaba. Nunca miraba a Caitlin con curiosidad, como si estuviera tratando de ver más allá de lo que Caitlin quisiera que viera. En resumen, Bess era una de esas raras personas que ofrecían amistad y apoyo sin condiciones.

Es tan bueno verte dijo Caitlin con toda sinceridad. Casi no pudimos hablar ayer. Ella miró a su alrededor. ¿Dónde está ese apuesto marido tuyo?

Fue a Denver con su papá para comprar ganado. Algo de última hora. Vine con su mamá.

Bess jugueteaba nerviosamente con un rizo rubio de su sien, sus ojos verdes, oscuros por la preocupación.

Caitlin, hay un problema.

Oh, oh dijo Caitlin bromeando. No me digas que la luna de miel ya ha terminado. Sólo han pasado , ¿qué? Seis meses.

Todo es maravilloso entre Brad y yo. Esto es otra cosa, Caitlin, y no tengo ni idea de cómo decírtelo.

Decirme ¿qué? Nuevamente Caitlin tuvo esa sensación punzante.

Levantó la vista para descubrir que la mitad de las personas del salón parecía estar mirando en su dirección, algunos de ellos susurrando detrás de sus manos ahuecadas.

Bess tendía a ser una joven tranquila. Caitlin tomó como una mala señal que comenzara a retorcerse sus manos delgadas.

Es Hank. Hank Simmons, tu vaquero. Está en el salón, Caitlin y borracho como una cuba. Por lo que sé, está tratando de reunir algunos voluntarios para ir a enseñarle a Ace Keegan buenos modales.

El estómago de Caitlin se estrujó.

Oh, no.

Odio tener que repetir la historia que está circulando. Bess se llevó la punta del dedo a la boca, y luego susurró—: No creo una palabra de eso. Ni una palabra. Pero Hank está diciendo a la gente que Keegan… bien… Ella hizo un pequeño movimiento frenético con la mano. Que él te hizo una proposición indecente, y tú la aceptaste para salvar a Patrick. Que iban a ahorcarlo, o alguna tontería así.

Caitlin cerró los ojos por un segundo. Cuando los abrió de nuevo, el rostro de Bess se había vuelto carmesí.

Detesto repetir chismes, sobre todo a la persona involucrada. Pero sentía que necesitabas saberlo. Lo siento.

Caitlin negó con la cabeza, luego se puso a buscar a su hermano.

Casi se había dado por vencida cuando alcanzó a ver su pelo rojo cerca de la puerta. Él se iba, se dio cuenta y, a juzgar por su expresión, estaba tan furioso como para masticar clavos y escupir tornillos. Debía haber oído las noticias sobre Hank y se dirigía a la cantina para encontrarlo.

El problema con eso era doble. Por cómo se veía el asunto, Hank ya había destruido su reputación más allá de la reparación, por otro lado, si entraba a la cantina, Patrick estaría colocándose directamente en el camino de la tentación.

Alejándose de Bess, Caitlin se abrió camino entre la multitud, pero cuando llegó a la puerta, Patrick no se veía por ninguna parte. La cantina estaba a sólo a la mitad de la calle. Supuso que su hermano ya había entrado.

¿Estás bien?

Caitlin miró a su alrededor para encontrar a Bess casi encima de ella.

, estoy bien. Sólo un poco preocupada por Patrick. ¿Recuerdas que te dije que dejó de beber? Ahora creo que se ha ido a la cantina para encontrar a Hank.

Eso no significa necesariamente que vaya a tomar una copa dijo Bess de forma razonable.

Recordando la petición de Patrick que tuviera un poco de fe en él, Caitlin se aseguró a sí misma que Bess tenía toda la razón. Entrar en la cantina por un minuto no significaba que su hermano pudiera perder el control.

Con un suspiro, se apartó de la puerta para hacer frente a las miradas enjuiciadoras otra vez. Se le ocurrió que sería prudente para Bess que se alejara de ella. Las mujeres eran juzgadas por la compañía que mantenían y la reputación de Caitlin estaba por los suelos.

No es que Bess pensara abandonarla. Era tan buena amiga, del tipo de firmes en las buenas y en las malas. Sacando el reloj de su bolsillo, Caitlin miró la hora. Esperaría a Patrick hasta las nueve, decidió. Si no volvía en el plazo de una hora, probablemente no lo haría, y no tendría mucho sentido que se quedara después de eso.

A la par con el sombrío estado de ánimo de Caitlin, uno de los violinistas tocó un acorde fúnebre. Un instante después, una música bulliciosa y ensordecedora llenó la sala. El sonido de los instrumentos de cuerda penetró en sus sienes y los zapateos de los pies estremecieron el piso de madera. Hasta hace poco tiempo, ella había esperado la cacofonía. Ahora lo único que podía pensar era en salir de allí y volver a casa. A la paz y tranquilidad, donde no tuviera que preocuparse porque un pistolero alto, de pelo oscuro pudiera aparecer en cualquier momento.